Uno
de los grandes handicaps que tiene la música de raiz andaluza y
flamenca, es el de las comparacines. Odiosas siempre y faltas de juicio
realmente crítico.
Cuando
escuché por primera vez a Dorantes no pensé, como muchos suelen hacer,
en aquella coletilla de : un segundo Campzuano. Ni mucho menos; pero
estamos condenados los artistas andaluces al tópico, al sello del “todo
el flamenco es igual” y cosas parecidas.
Por
eso, cuando uno escucha a un artista de profundas raíces flamencas como
este que nos ocupa, son pocos los entendidos que pueden ver en Dorantes
una entidad propia con una fuerte personalidad en la composición.
No
puede obviarse que David Peña procede de una importante familia
consolidada en el flamenco, pero tampoco que junto al nombre está el
talento y el estudio en el Real Conservatorio de Sevilla de su carrera
pianística. Tampoco, podríamos desdeñar su paso por Tokio o el apoyo
incondicional de uno de los célebres del jazz. Y sobretodo, que un
artista necesita mantenerse para hacer honor a su condición y su
reputación que Dorantes ha demostrado a todas luces.
Su discografía no es muy extensa, aunque sí su activa vida como intérprete. Su primer álbum Orobroy 1.999
con una verdadera joya como el que da título al álbum representa la
quintaesencia del flamenco trasladado al piano.Pero no puede faltar en
su música ni las palmas, ni el cante, cossutancial a su propia manera de
entender y desarrollar toda una cultura.
Dorantes es un virtuoso y un maestro en el engarce de los arreglos clásicos, como lo demuestra su segundo álbum Sur 2.001 y un buscador del mestizaje sin renunciar nunca a su base fundamental destacable en el corte titulado Barrio Latino.
Todos esperamos de Dorantes un reconocimiento y que nos deleite con nuevos trabajos de su fantástica maquinaria creadora.
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