
Mi primer acercamiento a Guinga fue hace ya bastantes años, gracias a un famoso programa radiofónico llamado Cuando los elefantes sueñan con la música,presentado por Carlos Galilea y aún en emisión (una de esas joyas que aún cuenta con el beneplácito de nuestra radiodifusión).
Carlos
Althier de Souza Lemos Escobar, más conocido por Guinga es uno de esos
músicos y compositores que tienden a pasar desappercibido por nuestra
historia musical, si acaso reconocido por sus compatriotas brasileños.
Este
carioca de 58 años se inició a edad temprana en el aprendizaje de la
guitarra de forma autodidacta, aunque después cursaría estudios de
guitarra clásica y perfeccionamiento. Colaborado y compuesto para
numerosos artistas de su tierra natal, merecedor de importantes premios y
autor de libros de aprendizaje para guitarra.
Sin
duda, lo que más destaca de Guinga es su maestría en las armonías y en
los colores musicales. Un verdadero experto en manejar cada acorde en el
lugar y momento preciso. Pero así como domina las bases arquitectónicas
de sus obras, también se puede decir de su capacidad creadora para
generar melodías de una belleza incomparable.
Guinga no se ha prodigado mucho grabando álbumes propios, aunque sí para otros artistas. De 1.991 es su primer trabajo Simples e absurdo. Junto a su talento musical hay que sumar el literario de su compañero en multitud de ocasiones, Aldir Blanc y es justo reconocerlo.
Personalmente, hay dos álbumes que especialmente quisiera destacar. El primero, compuesto para la cantora brasileña Leila Pinheiro que aporta la esencia vocal necesario para entender la música de estos dos grandes maestros (Guinga y Aldir Blanc), llamado Catavento e Girasol 1.996.
No es posible mencionar un tema mejor que otro, pues todos responden a
un trabajo minucioso, repleto de texturas armónicas sobre una melodía
sensual que se inserta a la perfección en la estructura de los temas. El
segundo, fue grabado en 2.004 en Italia junto al clarinetista Gabrielle Mirabassi.
Recupera lo mejor de Guinga en una fusión perfecta de sonidos, con esa
característica melancólica y envolvente del clarinete que conjuga bien
en el concepto de la música brasileña, ( por spuesto, no es la única
aportación en este instrumento).
Descubrir
a Guinga, es descubrir todo un paraiso tropical de sonidos, colores,
imágenes, sin que esto pueda parecer un tópico. Os lo aseguro, es tan
real como su música.
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