En el
mes de marzo, próximo a la conmemoración de mi cincuenta cumpleaños, se publicó
9 momentos involvidables + 1 sentimiento infantil 2.016-
El
trabajo, supone una retrospectiva nostálgica a mi infancia y adolescencia,
etapas de mi vida, que sin duda, marcaron al hombre que ahora soy.
No
fueron concebidos los títulos de las músicas al momento de la composición, sino
posteriormente, teniendo en cuenta, las características de cada melodía,
armonía o ritmo de las mismas.
Considerar,
por tanto, como música programatica requiere un esfuerzo de comprensión
post-musical, de este modo, el concepto de música absoluta sigue vigente pero
la relación que pueda estrablecer con un paisaje, hecho o personaje aunque sea
arbitraria en última instancia, está sujeta también al campo semántico que
definen los sentimientos de alegría, tristeza, etc.
Vuelvo
al formato de trío y creo que acertadamente un trabajo que habla de la
intimidad no requiere las formaciones monumentales que representan al héroe, a
la épica.
El
piano, el acordeón y el clarinete en si bemol, defienden muy bien y exactamente
cada una de las músicas que componen este álbum.
Como
no podía ser de otra manera, continúa mi trayectoria instrumental que define mi
estilo personal de entender la música.
Los
nueve primeros temas representan experiencias propias de mi infancia y mi
adolescencia. Los seis primeros en el primer caso y desde la pista ocho a la diez,
el segundo.
En
cuanto a la pista siete: Son gigantes, Sancho queda relegada a la condición de sentimiento del cual trato más
adelante.
Hay,
tal vez, una vuelta al modelo de composición de Cuaderno de campo: de marismas, ríos y mares 2.011, pero también hay una personalidad distinta que confiere a este trabajo
un paso diferente del anterior.
Estas
son, a grandes rasgos, la razón de ser de este álbum.
Haremos,
a partir de aquí, un poco de historia personal para una mejor comprensión del
por qué.
1.
VOLANDO EN BICI:
Creo
que uno de los inventos del ser humano que mejor confluyen con la infancia son
las bicicletas.
Yo le
debo mucho a ella, pues era el momento del descanso académico, de la reunión
con los amigos, con los hermanos, de los pequeños viajes en los que uno se
sentía protagonista de un cuento.
Dejando
a un lado el logro de dominar el equilibrio, los miedos al fracaso, montar en
bici era los más parecido que el hombre puede asemejar con volar.
2.
LIBROS Y GARABATOS:
Pero
yo no fuí un niño de la calle. Mi mundo estaba también en los libros, los
cuales devoraba a veces sin entender. Recuerdo haber leído La Celestina y el
Conde Lucanor en aquellos años sólo por el placer de la lectura. En el
bar-cafetería de mi escuela disponían de una biblioteca a la que yo acudía
asiduamente ante el asombro de los que allí confluían.
El
dibujo también me fascinaba. Generalmente, hacía caricaturas, garabatos, de
personajes de series de televisión o animados. Es curioso que ese mundo sólo
estuvo presente hasta que acabé mis estudios de bachillerato.
3.
CLASES DE GIMNASIA:
Uno
de los grandes traumas que arrastro de mi infancia se deben a las clases de
Educación Física, que por aquel entonces llamábamos simplemente Gimnasia. Yo
fuí un niño enfermizo y los planes de estudios de aquellos tiempos no
contemplaban la diversidad. Era muy doloroso ver a tus compañeros disfrutar
mientras el profesor te asignaba recoger balones o sentarte a ver cómo los
demás desarrollaban sus habilidades. Sólo hasta el octavo curso de Educación General
Básica, mis padres, permitieron con reticencias que era el momento de ser uno
más.
4.
BENDITA BANDURRIA:
Será
tal vez entonces, que mis padres quisieron compensar, viendo mis otras
habilidaes, en aprender a tocar un instrumento. La guitarra para un niño de
poca altura como yo era un instrumento inaccesible, así que el maestro de la
rondalla escolar: Don Pedro Álvarez Hidalgo, un amateur del pueblo aficionado a
la música, les convenció para que aprendiese a tocar la bandurria.
Y fue
ciertamente una bendición. Aquella bandurria supo cautivar el amor por la
música y según decían era todo un prodigio. Gracias a ello, Don Pedro, animó a
mis padres a que iniciara estudios en el Conservatorio.
5.
RECUERDOS DE UN PEQUEÑO PUEBLO:
Puerto
Real, un pueblo costero de la provincia de Cádiz, hundido como su capital, en
el desempleo, la miseria y la incultura.
Yo,
echo de menos aquella villa que era por entonces, con pocos habitantes, gente
sencilla, de pueblo, con sus plazas y sus calles empedradas, ajena al mundo del
tránsito de las ciudades, apenas unos privilegiados que disponían de la suerte
de tener un coche. Aquel pueblo es el que quiero recordar, el de mi infancia y
mi adolescencia. Hoy, Puerto Real, es otra cosa.
6.
AQUELLOS DÍAS DE RECREO:
La
vida escolar marcó mucho mi vida personal. La Salle del Buen Consejo representó
un modelo de educación y concepción del mundo. La educación de entonces estaba
muy condicionada por el momento que vivía mi país, una España pobre que había
sobrevivido a la Guerra Civil, tan determinante en el devenir de su propia
Historia. El recreo, ese período de descanso en el cual el bulicioso y el caos
se adueñaba del patio del colegio, era un momento de experiencias gratas. Por
entonces, el acoso escolar no era ni siquiera predecible que pudiera nacer. Eso
sí, había sus "matoncillo" de patio que en cierta medida marcaban las
distancias.
7.
SON GIGANTES, SANCHO:
Siempre
he sido un soñador, un iluso y he visto como Don Quijote, gigantes donde había
molinos. Casi hasta los treinta, ese romántico ha sufrido mucho y ha visto como
sus castillos eran de naipes de verdad y no de argamasa y adobe. Hasta cierto
punto, el hombre debe vivir en un halo de ensoñación y esperanza porque ya
vendrá la providencia a recordarnos lo que la vida es relamente. Se aprende a
base de palos, algunos más fuertes que otros, pero en ese aprendizaje, gana
terreno la evidencia, lo tangible dejando muy poco o casi ningún espacio a
fantasear. Este es el sentimiento del que antes les he hablado. Un sentimiento por
el cual, creo, que todos debemos pasar tarde o temprano. La realidad es dura y
este mundo, cruel. Uno puede hacer dos cosas: una, seguir viendo gigantes y
dándose hostias a diestro y siniestro, la otra, como decía Sancho, ¡que son
molinos de viento, mi señor!.
8.
PERO DIOS... NO EXISTE
Una
de esas caidas desde mi Rocinante fue una respuesta que mi profesor de dibujo
de primero de bachiller me dió a la pregunta si él creía en Dios. La respuesta
fue tácita, sin ambigüedades, directa y tal vez, cruel. Con el polvo aún en mis
narices, pude levantarme de aquella embestida, pero nunca pude olvidar aquella
respuesta.
Después,
con el transcurso de los años seguí buscando mi Dios en el budismo o estudiando
otras religiones. A mis cincuenta, la respuesta de mi profesor de dibujo no era
un alarde de ateísmo marxista sino una convicción que al igual que yo,
necesitaba tiempo para llegar a ella.
9.
QUÉ HAREMOS SIN ÉL
Casi
en el final de mi adolescencia, sufrí un gran revés: la muerte de mi padre.
Nunca
encontré un hombro en el que apoyarme, y
tuve que caminar sólo. Aquel año, fue especialmente crítico en lo personal.
Mi
padre fue decisivo en muchas cuestiones. A él le debo prncipalmente, que la
música sea a día de hoy mi gran tabla de salvación, mi bálsamo para cicatrizar
las heridas de las batallas que libro.
Con
su muerte, la angustia se apoderó de mi y fue sólo entonces cuando la idea de
ser independiente económicamente se cruzó por mi cabeza. No podía admitir que
la pensión de viudedad estuviera destinada a mí, sino a la mujer con la que
compartió toda su existencia. Sin duda, merecida.
10.
AMORES NEGADOS:
El
adolescente romántico, platónico, idealista siempre tuvo negado el derecho a
ser amado. La diosa fortuna se encargó bien de ello haciéndome un muchachito
delgado, con gafas de gran graduación y poco atractivo. Pero aquel adolescente,
también tenía su corazoncito, su sensibilidad y hubo momentos de tan baja
autoestima que el fantasma del suicidio comenzó a frecuentarme.
Nunca
tuve suerte en asuntos amorosos, ni incluso después de pasada aquella timidez,
tal vez, consecuencia de no valorarme en la medida justa, las ocasiones no
aparecieron con claridad,tuve que ir a buscarlas y es bien sabido que el amor
pretendido es mal avenido.
Esta
es, a pincel grueso, el sentido que toma este álbum. Una retrospectiva que
busca en el pasado para hacer balance de cincuenta años de vida. Creo, que la
ocasión así lo pide.
berekekê
marzo
de 2.016