En el dificil trabajo de explicar lo que una música encierra o el sentimiento que en cada uno de nosotros despierta, y sin escudriñar en el complejo mundo de la teoría de la recepción, quisiera hablaros de la Banda Sonora de la superproducción 2012 estrenada hace pocas semanas en las pantallas de todo el mundo.
Primero, el nuevo concepto que deberíamos empezar a tener en cuenta sobre
el arte, pues ha dejado de ser individual para responder a un trabajo
creativo compartido en el que intervienen un gran número de personas
aunque la base creativa recaiga sobre sus principales compositores. No
es nada nuevo, sin orquesta no exisitiría la novena de Beethoven, ni
tampoco sin público, sin empresarios teatrales, pero este nuevo concepto
implica más a las partes y no depende tanto del talento creativo, sin
desmerecerlo, por supuesto.
La música es hoy en día una materia
prima explotada y enriquecida por un importante número de agentes que en
ella intervienen. Entre este entramado no podemos nunca olvidar a los
músicos de The Holliwood Studio Symphony, la maquinaria que mueve
cualquier proyecto serio en estos tiempos.
Pero sería injusto no
darle el lugar que merece Harald Kloser y Thomas Wander, dos
compositores austríacos que tienen ya entre otras a Alien vs o El día despues, como
obras maestras del soundtrak. Y esperamos y deseamos que continúen
muchas más, por el bien de la música y de nuestros oídos.
Ni que
decir tiene la calidad de esta producción. Por eso, prefiero hablar de
algo, tal vez, menos evidente, la estrucutra musical.
La obra
orquestas de Kloser y Wander respira ese desalentador panorama
visionario de nuestro futuro más próximo. Se siente verdaderamente y
compunge en su sentido más literal del término. La gran masa musical se
enriquece con los avances tecnlógicos de grabación en estudio pero
también con la interpretación. Complementando ese paisaje fatalista
merece atención especial el uso de los coros, un recurso asociado al
teatro griego que nos acerca más a una dimensión humana y no a la de
los ángeles, es como si toda la humanidad estuviera representanda en ese
lamento e impotencia del devenir.
Tampoco debemos dejar a un lado la importancia que se concede a la percusión y que nos muestra una música más propia de nuestro siglo, creando texturas multitímbricas que parecen determinar la inexorable fuerza del destino, el inevitable desastre que no admite concesiones. Las escenas se pueden "vivivi" sin necesidad de la imágen, lo que hace aún más grandiosa esta obra musical.
Por todo lo dicho, 2012 en
general, y musicalmente en particular, merece el respeto de cualquier
crítico, guste o no guste el arugemento que en ella se plantea, sea
exagerado, inconmensurablemente fatalista o deprimente. Una obra de arte
no debería juzgarse de este modo, sino a través de sus elementos, de
sus recursos y del macroesfuerzo que supone llevarla a cabo. Sin duda, Madonna, llenará y recaudará más taquillas, pero por supuesto, no será nunca una obra de arte