Antes de entrar a comentar el papel de Sebastian de Albero en la música española, quisiera justificar que la intención de este blog no es estrictamente pedagógica, en el sentido más academicista de la palbra, si se quiere, no cumple una función científica. Mis humildes investigaciones sólo pretenden enriquecer la cultura musical sin sentar cátedra, pues no soy historiador, ni dispongo de un titulo acreditativo que avale lo que aquí se escribe. Son comentarios a título informativo y formativos en la medida que están basados en fuentes.
Dicho esto,
este navarro vio la luz en 1.722 en Roncal, es por situación
cronológica, un hombre del s. XVIII de pleno derecho. Músic y compositor,
del cual hemos querido rescatar sus Treintas Sonatas para clavicordio.
Debemos
hacer un paréntesis para explicar las grandes dificultades y variantes
que el término sonata ha sufrido a lo largo de su historia. Esta
definición difusa que trata de explicar o englobar músicas de diferente
procedencia no adoptó una posición formal hasta bien entrado el s.
XVIII.
Decía Luis de Milán en El Maestro con referencia a la
sonata: "...la sonada es por tanto la parte instrumental..." en clara
referencia a la pavana.
Parece obvio pensar que el empleo
del término sirivió para diferenciar la música vocal de la instrumental.
De hecho, y no parece haber dudas en esto, sonata se oponía a cantare,
lo que evidencia su procedencia italiana.
En España, donde el
tiento se había convertido en el máximo exponente de la música para
órgano, y por tanto, de la música instrumental, era frecuente el nombrar
indiscriminadamente a la sonata como referente a cualquier música
instrumental.
Lo cierto, es que se convirtió, en pleno Renacimiento,
como el modelo de los laudistas para sus composiciones, y que fueron
relegados a medida que transcurría el tiempo hacia otros instrumentos
como la espineta, el virginal, el clave y el clavicordio.
Es aquí
donde cabe situar a Sebastian de Albero, un músico y compositor
cortesano, al serivicio de Fernando VI, y que compartía espacio junto a
nombres tan importantes como Domenico Scarlatti, maestro personal de
María de Braganza.
Pero nada más lejos de encontrar similitudes
entre Albero y el compositor italiano, todo parece indicar que siguió
las directrices del estilo galante y de las obras de C.P.E. Bach. Puede
decirse al respecto que, el estilo personal de Sebastian de Albero se
sitúa entre la melancolía, las modulaciones continuas modales, los
ritmos cambiantes, como preludiando el Sturm und Drag alemán en plena
España dieciochesca.
Desgraciadamente, el escaso material que se
dispone, y la temprana muerte del compositor, nos lleva a conformarnos con
sus Treinta Sonatas, que se conservan en la Biblioteca Marciana de
Venecia.
Sebastian de Albero se convirtió, de este modo, en el
legado, junto a otros compositores, de la música hispánica del s. XVIII.
Lo menos que puede hacerse, por ello, es rescatarlo del olvido y
situarlo nuevamente en la memoria colectiva de nuestra Historia.