Podríamos aquí entrar en disquisiciones de qué es el ruido, cuánto es soportable, al margen de los umbrales establecidos por la física, y otras muchas cuestiones que servirán de poco para quienes de forma voluntaria y beligerante actúan sin conciencia, contra aquellos que queremos vivir sin ruido, sin molestias y sin escuchar la última canción de la cantante de turno a toda pastilla.
Porque el problema de ruido no es en sí el ruido mismo. Es una mera cuestión de educación y respeto. Y en las sociedades actuales, al menos, en las que yo conozco, eso no está de moda. Muy al contrario, hay hasta quien se divierte fastidiando a los demás. Las conductas y los patrones de personalidad de nuestras sociedades se están radicalizando, y la figura del otro, no cuenta. A menudo, me encuentro con casos en los que se actúa con mala voluntad, con la única finalidad de hostigar y amargar la vida de los demás.
Por eso, cuando hablemos del ruido, no lo hagamos pensando que es una cuestión puramente natural, el 95 % de los ruidos los produce el ser humano de forma voluntaria.
Yo no creo en soluciones, ni que el día de... sirva para nada, porque a quienes nos molesta de igual modo una sinfonía de Beethoven a más de los decibelios soportables, o la machocona musiquita del inconsciente que pasa con su coche por las calles de cualquier ciudad, les importa un bledo esto del ruido.
Así que, no nos queda otra que sufrir y padecer todas aquellas consecuencias derivadas del infortunio de haber tropezado en nuestras vidas con la actitud negligente de quienes se dedican a perturbar nuestra paz.