No soy aficionado a la televisión, y últimamente, cada vez menos, viendo en qué se gastan algunas cadenas el dinero, pero ayer fue uno de esos días en que la casualidad o el destino, nunca sabré acertar cual de los dos, me llevo a la 2 de TVE. Como ya he dicho en otras ocasiones o en otros foros, la única cadena, no sólo a nivel nacional, que merece el mayor de los respetos y que considero bien gastado el dinero que en parte todos pagamos.
La Môme (La vie en rose) de Olivier Dahann, estrenada en 2.007 me sorprendió gratamente.
No
voy a mentir, ni a dármelas de entendido, poco he oído de Edith Piaf,
no he seguido ni su trayectoria profesional ni personal. Por tanto, no
sé si el filme es fiel a la realidad. Lo que sí puedo afirmar es que
Marion Cotillard hizo un extraordinario papel de actriz, de esos papeles
que te lo crees y que te llegan al corazón y por ende, al alma. Y
cuando se tocan estas fibras, es cuando uno realmente puede entrar a
valorar la interpretación de un artista. Mientras, ¿para qué perder el
tiempo?.
Tampoco voy a sorprender a nadie diciendo que ese camino antes mencionado, con frecuencia ha seguido y marcado la vida de muchos artistas. El alcohol, las drogas, los excesos, en definitiva, que siempre acaban pasando factura.
Sin duda, y ciñéndome al filme, la vida de Piaf no fue fácil, marcada por los estigmas del abandono, el rechazo, la soledad, la manipulación ,que puede entenderse, no justificarse sus adicciones, su carácter y sus modales.
Pero en otro artículo que escribí aquí sobre Mozart, el genio y el ser humano están en una misma persona, pero no revueltos. Cuando Edith Piaf pone al servicio de la Humanidad su voz, su talento y sus canciones, las anteriores y las posteriores a su educación musical, se produce esa transfiguración mágica que rodea a un artista y en ese momento uno es capaz de olvidarse de la persona para zambullirse en el personaje, el alma ha salido de su cárcel para mostrarse, y le ha dado al cuerpo un plano relegado. Es ahí, donde irradia el magnetismo de un artista, una Edith Piaf que nos transforma tanto si canta La Marsellesa de niña, como si lo hace en el music-hall de los mejores escenarios del planeta, a todos quienes la escuchan.
Por supuesto, este filme SÓLO podía ser dirigido por un francés, interpretado por una francesa y rodado y producido en Francia. Hollywood hubieran destrozado cualquier intento biográfico de una de las mayores artistas de la canción francesa.
Algunos críticos han dicho de este extraordinario documento que, los actores secundarios están muy lejos de la órbita de Marion Cotillard. Yo, la verdad, es que no entiendo estos comentarios, ¿y qué otra cosa cabe esperarse de un filme basado en una biografía? Además, discrepo, creo que cada actor y actriz hace un papel a la medida de lo que se espera de ellos.
No, la vida se ha demostrado que no es rosa, al menos, la cotidiana, para la mayor parte de los habitantes de este planeta. Sólo a unos pocos les está permitido vestirse con ese traje, como tantas veces hizo Edith Piaf. Gracias a la 2 por este descubrimiento y, por llevar la cultura a todo aquel que quiera acercarse a ella.